miércoles, 23 de enero de 2013

Sobre monstruos y héroes. Los orígenes de la Mafia. Un poco de Historia.

                    "Sangue chiama sangue" ("La sangre llama a la sangre")
                   Carlo en "El Padrino. Parte III" ("The Godfather. Part III")
Los orígenes de la Mafia se ubican en la Sicilia de la segunda mitad del siglo XIX, tras la unificación del Reino de Italia, pese a que desde antaño habían aparecido los primeros esbozos, con la abolición del sistema feudal que aún regía en la isla hasta que las tropas inglesas la invadieron durante las guerras napoleónicas. Las primeras apariciones de extorsión se sitúan en las provocadas a los dueños de las fincas de cítricos (limoneros, naranjos y mandarinos), que generaban pingües beneficios. Tales extorsiones consistían en obtener dinero directamente de la explotación o en provocar pérdidas devastadoras en los cultivos, así como en introducir cuidadores, guardeses e intermediarios en los negocios. A esto se sumaba la condescendencia de los efectivos policiales, judiciales y políticos de un estado intrínsecamente corrupto y poco fiable. Durante las continuas revoluciones que sacudieron Palermo a mediados del siglo XIX, la Mafia había desarrollado la costumbre de ofrecer su poder siniestro a grupos políticos.

En el dialecto de Palermo, la más importante ciudad siciliana, mafioso significaba atrevido, hermoso, seguro de sí mismo; un mafioso era alguien gallardo que gustaba a los de su alrededor y además se pavoneaba de ello. Desde sus orígenes, el término Mafia o Maffia fue confuso, sin que nadie pudiese aportar verdaderamente señas acerca de en qué consistía y ni siquiera acerca de su existencia. 

La Mafia tuvo una importancia crucial en los procesos electorales, ejerciendo como grupo de presión y obteniendo votos de los sectores más desfavorecidos mediante el chantaje, la extorsión y el soborno. La derecha italiana venció en los comicios de 1874 pese a las argucias de la Mafia, llevando a fin un inclemente plan de ataque contra lo que ya se había constituido en el crimen organizado. Más adelante, en 1876 se conformó un gobierno de coalición de la izquierda italiana, habiéndose amañado los comicios. También la izquierda hubo de lavar su imagen y comenzar una campaña contraria al crimen que en esta ocasión sí resultó fructífera, pues se ofreció un acuerdo a los políticos sicilianos de la izquierda consistente en que el gobierno les daría un trato favorable a cambio de que entregaran a los bandidos que habían asolado la campiña siciliana desde 1860 mediante la extorsión, el secuestro y el crimen en general. Obviamente, solo las cuestiones más escandalosas fueron solucionadas, pues la Mafia seguía operando en la isla, pero de este modo se fraguó una especie de alianza política entre Roma y Sicilia. Se abordaron importantes juicios contra organizaciones clandestinas mafiosas, surgiendo la figura del pentito (arrepentido y colaborador de la Justicia). Algunos de estos juicios se solventaron con duras condenas, mientras otros resultaron laxos, pero los pocos sospechosos de alto nivel escaparon indemnes debido a la contaminación que ya se expandía como una plaga en las esferas de la judicatura y la política. Poco a poco se calentó el clima en el mundillo político, pues los mafiosi iban ganando posiciones en el mismo, ya que la izquierda empleaba a la Mafia como instrumento de gobierno local, y el enfrentamiento entre la derecha y la izquierda se perpetuaba. De este modo se gobernó relativamente Sicilia durante los cuarenta años siguientes, con la condescendencia hacia la Mafia, instrumento necesario para la ya corrompida estructura social.

Paulatinamente la Mafia se instauró en las altas esferas políticas, en las que se compraban votos por favores, convirtiéndose la política en un ente clientelista, sobre todo cuando en 1882 creció el volumen de votantes, pues ya no solo accederían al voto los varones adultos dueños de propiedades, sino que se amplió el sufragio a una cuarta parte de la población adulta masculina. La concesión de licencias de armas también influyó en la compra de votos, puesto que para ella se requería la referencia de un ciudadano prominente, el hombre poderoso que tenía contacto con los mafiosi.

Durante la década de 1890 Italia sufrió una considerable crisis política que llegó a ser causa de temer por la integridad de la nación. En 1892 se atravesó una terrible crisis financiera, pues las dos principales instituciones crediticias del país quebraron. Al año siguiente se conoció que la Banca Romana, uno de los bancos con autorización para acuñar moneda, había falsificado millones de liras en papel moneda, pues había billetes auténticos con los números de serie duplicados, destinándose el dinero a la financiación de las campañas de los más destacados políticos del país. La lira, lógicamente, cayó en barrena, por lo que se exportó la moneda en plata y en cobre en cantidades insospechadas, hasta el punto de que las mutualidades y las asociaciones de comerciantes del Norte de Italia se vieron obligadas a emitir sus propias fichas. El sistema financiero estuvo a punto de derrumbarse. En 1894 se decretó en Sicilia la ley marcial, al efecto de aplastar los violentos enfrentamientos entre trabajadores y terratenientes, y ese mismo año se ilegalizó el Partido Socialista. A todo esto se sumó el desastre bélico sufrido por Italia en una campaña colonial en Etiopía, pues en marzo de 1896, en la Batalla de Adowa, un contingente de 17.500 soldados italianos y askaris reclutados sobre el terreno, fue aplastado por las tropas etíopes, con un ejército mejor preparado y armado y, por supuesto, muy superior, conformado por más de 120.000 hombres. La mitad de los soldados italianos resultaron muertos, heridos o capturados, y éstos, ritualmente castrados. En 1898 se declaró la ley marcial incluso en Milán, la capital económica del país, y más de 80 personas murieron a manos del ejército.

Dibujo tomado durante la
celebración del macrojuicio de 1901
Los políticos italianos conocían sobradamente la existencia de la Mafia, obviando detalles que perfectamente podrían haber acabado con ella, como el Informe Sangiorgi, elaborado por Ermanno Sangiorgi entre 1898 y 1900, valiente policía de carrera, jefe de la policía de Palermo, el cual fue dirigido al principal juez de instrucción de la ciudad como parte de los preparativos de un juicio, así como al Ministerio del Interior. En este informe se detallaban los rituales de iniciación, se proporcionaba el perfil de 218 mafiosos y las vinculaciones de los mismos con el crimen organizado, así como un detallado manual de actuación de la Mafia e infinidad de sucesos en los que ésta se hallaba cristalinamente involucrada. No obstante, tal informe se ocultó y no salió a la luz hasta fechas recientes, lo que acredita que era perfectamente conocida la existencia de la Mafia y su vinculación con la política. Del juicio que se celebró en 1901, en el que el informe de Sangiorgi era piedra angular, solo resultaron condenados 32 de los implicados. El informe de Sangiorgi, como ya se ha indicado, se archivó.

Mientras tanto, la vida de los campesinos sicilianos era ardua y desesperada, el analfabetismo, el hambre, la malaria, las infrahumanas condiciones de trabajo y las deudas esclavas que contraían con los terratenientes hacían insufrible su existencia. En esta situación se hallaba el pueblo de Corleone, dedicado casi plenamente en las circunstancias descritas a trabajar a cambio de miseria las fincas de cereales de los grandes terratenientes, los cuales solían residir en Palermo, arrendando dichas fincas mediante contratos breves a intermediarios denominados gabelloti. El gabelloto era por lo común un hombre de carácter brutal que durante el corto plazo que duraba el contrato exprimía al máximo a los campesinos para obtener el mayor beneficio posible del arrendamiento. Los gabelloti se protegían a sí mismos frente a los ataques de ladrones y cuatreros, y generalmente se asociaban entre ellos al efecto de garantizarse esa protección. Si el gabelloto se unía a la Mafia tenía más posibilidades de obtener mayores beneficios, pues por una parte se sentían más protegidos, y por otra, la Mafia tenía los contactos en Palermo para celebrar los contratos de arrendamiento. Por su parte, los explotados campesinos comenzaron a formar una especie de organizaciones solidarias denominadas fasci (fascios; fascio es haz). No obstante, estos fascios nada tenían que ver con el movimiento fascista que posteriormente creara Benito Mussolini. Tales fascios eran hermandades de campesinos creadas para protegerse frente a los abusos de  los terratenientes y los gabelloti.
Bernardino Verro
(1866-1915)
El principal fascio corleonés fue fundado y dirigido por Bernardino Verro, quien promulgó un mensaje de socialismo, amor, esperanza e igualdad por toda la isla, ganándose la simpatía de los distintos sectores sociales, buscando esencialmente la práctica de nuevos contratos que estipularan un reparto justo de la producción entre los terratenientes y los campesinos que alquilaban pequeñas parcelas de tierra, pero lo cierto es que entre las filas del fascio había personas que tenían un historial delictivo. En realidad, con independencia del fascio, Verro había pasado a formar parte de una sociedad secreta cuyos miembros se autodenominaban fratuzzi (hermanos). La Mafia no conocía de colores políticos, basándose únicamente en el oportunismo, y de ese modo se garantizó incluir entre sus filas a un destacado líder del movimiento campesino, un personaje emblemático que representaba al sector desfavorecido de la sociedad, aunque los fascios inicialmente pretendían no contar entre sus miembros a personas pertenecientes a la Mafia. A pesar de todo, en Corleone y algunos otros lugares la relación entre los fascios y la Mafia alcanzó una gran intimidad. Entre 1892 y 1893 se desencadenaron una serie de acontecimientos tétricos en el interior siciliano. Se agredía a activistas, se incendiaban almiares para culpar a los socialistas, se arrestaba a los líderes de los fascios bajo acusaciones falsas, miembros de los fascios respondían a estas afrentas y al férreo control policial mediante actos vandálicos. Verro comenzó a temer por su vida, adoptando una serie de medidas de seguridad. La Mafia comenzó a introducir los juegos de naipes entre los miembros de los fascios, utilizando las apuestas para poner en circulación dinero falso, lo que hizo pensar a Verro que esas conductas les desacreditarían a ojos de los ciudadanos y de la policía. Pero el detonante fue que los fratuzzi se apoderaron de unos terrenos que habían quedado sin cultivar como consecuencia de una huelga de campesinos organizada por el fascio. Las diferencias para llegar a un acuerdo respecto del reparto de esa tierra eran irreconciliables, y Verro lo conocía, y pasaría el resto de su vida intentando enmendar el error de haberse asociado a la Mafia.

Mientras tanto, en diciembre de 1893 los fascios organizaron huelgas tributarias y exigieron la disolución de los corruptos consejos locales, lo que constituía un enfrentamiento frontal a los intereses de la Mafia. El 3 de enero de 1894 cincuenta mil soldados invadieron la isla e impusieron la ley marcial y la disolución de los fascios, lo que trajo consigo el aumento descontrolado de la violencia. Durante una manifestación el ejército disparó contra los manifestantes, muriendo 83 campesinos. Se produjeron atentados aislados y tiroteos en diferentes poblaciones. La Mafia, siempre apoyándose en el oportunismo que le generaba dinero y poder, pasó a apoyar a los terratenientes y al Estado, mostrándose contraria a los fascios. No obstante, la disciplina que Verro había conseguido inculcar a los campesinos de su fascio supuso que en Corleone no hubiese derramamiento de sangre. Verro intentó huir de Sicilia temiendo por su vida, pero fue arrestado el 16 de enero de 1894 a bordo de un barco con destino a Túnez y fue puesto a disposición de un tribunal militar, acusado de conspiración para provocar una revuelta, incitación a la guerra civil, violencia y destrozos. Fue condenado a 12 años de cárcel. La dureza de la condena sorprendió incluso a los sectores más conservadores. No obstante, gracias a una amnistía logró salir de prisión en 1896, y durante la década siguiente su vida discurrió entre el activismo político, la cárcel, el exilio y la persecución por parte de las autoridades. En el verano de 1907 Verro salió del presidio tras haber cumplido otra condena de 18 meses. Los campesinos de Corleone le recibieron en una auténtica celebración. En ese momento el gobierno italiano era más progresista y los fascios habían obtenido importantes logros en su lucha contra la opresión. Verro asumió de inmediato la dirección de una cooperativa constituida para obtener arrendamientos de fincas directamente de los propietarios, haciendo peligrar la figura del gabelloto. Los fratuzzi pretendieron sobornar a Verro para que dejase de incomodarles con su pretensión de eliminar a los gabelloti, para no perder una importante tajada, pero no obtuvieron resultados positivos. En 1910 la cooperativa de Verro se había hecho cargo de nueve haciendas, pese a que la Mafia se había introducido en muchas organizaciones de campesinos, pero él mantuvo la suya firme y limpia. Ese mismo año, Verro convocó una huelga tributaria para protestar contra un corrupto alcalde católico, lo que provocó un colapso municipal. Durante la siguiente campaña electoral,  pronunció un discurso denunciando a la Mafia afiliada a los católicos. La reacción de la Mafia no se hizo esperar, pues el 6 de noviembre de 1910, cuando Verro se disponía a votar el fin de la huelga, alguien le vació los dos cañones de su escopeta a través de una ventana, aunque únicamente consiguió herirle en una muñeca. Pese a que en público mostraba una actitud valiente, en realidad Verro estaba aterrado, pues conocía los enlaces de la Mafia con los políticos locales, la judicatura y el clero. Definitivamente, Verro abandonó Corleone y denunció a quienes creía que habían atentado contra su vida, pero la causa criminal no prosperó, pues los testigos no se atrevieron a comparecer ante la autoridad judicial. Menos suerte tuvo su amigo y camarada Lorenzo Panepinto, que sí resultó muerto a tiros en la puerta de su casa.
Lorenzo Panepinto
(1865-1911)
Los problemas de Verro continuaron, pues el tesorero de su cooperativa fue detenido por fraude y declaró falsamente que había seguido instrucciones de Verro, aunque en la actualidad lo único que podía achacársele es cierta relajación sobre el control de las cuentas. Esto le supuso el arresto y pasar casi 2 años más en prisión provisional, hasta 1913. Cuando salió, pesando aún sobre él la acusación por fraude, tuvo que sobrevivir con la venta de vino y pasta, pero los campesinos seguían manteniendo en él su fe intacta, y le propusieron que encabezara la lista socialista en las elecciones locales, y en 1914 fue elegido alcalde de Corleone por una aplastante mayoría. Verro decía a los suyos que al final sería asesinado por la Mafia, pues era el único modo que tendrían de acabar con él. El nuevo alcalde de Corleone, como la mayoría de los socialistas en particular y de los italianos en general, se opuso a la entrada de Italia en la Gran Guerra, pues conocía que el reclutamiento obligatorio de jóvenes supondría nuevamente el fracaso de su sueño de obtener justicia para los campesinos. Finalmente, Italia entró en guerra en mayo de 1915. Verro aún tenía pendiente su juicio bajo la acusación de fraude, aunque se sentía optimista. La tarde del 3 de noviembre de 1915, tras abandonar el ayuntamiento de Corleone y dirigirse a su casa, un fuego cruzado acabó con su vida. Seis disparos le mataron, y tras caer al suelo, probablemente ya muerto, uno de sus asesinos salió de su escondite y disparó otras cuatro veces en la base del cráneo con una pistola, y a continuación le descerrajó un tiro más en la sien. El estado del cadáver debía servir de advertencia a todos. A partir de entonces, la sociedad siciliana aprendió a convivir con la idea de que la Mafia era fuerte y controlaba las vidas de los ciudadanos. Entre los documentos personales de Verro se encontró un testimonio manuscrito en el que confesaba su iniciación en los fratuzzi, dando información detallada del modo de actuación de la Mafia de Corleone. Por su asesinato nunca resultó condenado nadie, pues el fiscal retiró la acusación al considerar que las pruebas de cargo no se sostenían.  Tras la muerte de Verro la Mafia siguió ejerciendo su hostigamiento contra los fascios, intentando contra viento y marea introducir a sus miembros entre aquellos, y, por supuesto, siempre bajo la siembra del terror.

Benito Mussolini
(1883-1945)
En enero de 1925, el primer ministro de Italia, Benito Mussolini, decidió emprender una cruzada contra las bandas mafiosas. Se fue trabajando en ello hasta que la noche del 1 de enero de 1926 se inició el asedio militar de Gangi, una zona abrupta ubicada en los Montes Madonie, estrategia que fue dando sus frutos con relativa rapidez, y así se fue atrapando a los bandidos. El hombre elegido por Mussolini para orquestar su cruzada fue el prefecto de Palermo, Cesare Mori, “el prefecto de hierro”, “el hombre con pelo en el corazón”. El asedio terminó durante el mismo mes de enero de 1926, con el resultado del arresto de 130 fugitivos de la Justicia y 300 de sus cómplices. Mussolini, en su ególatra propagandismo, llegó a pensar, o al menos a anunciar, que el Fascismo había acabado definitivamente con la Mafia, pero estaba muy equivocado. Lo cierto es que lo que se pretendía hacer ver a la ciudadanía siciliana y a la italiana en general era que el Estado era más fuerte que la Mafia.
Cesare Mori
(1871-1942)

Cuatro meses después del asedio de Gangi, Mori utilizó las mismas tácticas para acabar con un poderoso don, Vito Cascio-Ferro, que había iniciado su carrera criminal en 1892 introduciéndose en el fascio de Bisacquino, cerca de Corleone. Tenía contactos en Estados Unidos y había amasado una gran fortuna haciendo pasar a América ganado de contrabando. Las fuerzas de Mori sitiaron el territorio de Cascio-Ferro y en unos días se consiguió detener a más de 150 sospechosos, incluido el propio Cascio-Ferro. Poco después se desempolvó una causa en la que se le acusaba de asesinato, resultando condenado a cadena perpetua, muriendo en el presidio en 1942. A partir de entonces se fueron llevando a cabo redadas en las que se detenía a los gabelloti y a los mafiosi que habían seguido asediando, aunque en menor medida, a los campesinos. En agosto de 1928 se juzgó a 163 miembros de la Mafia.

Vito Cascio-Ferro
(1862- entre 1942 y 1945)














Giuseppe Genco Russo
(1893-1976)
Muchos mafiosos vieron peligrar su situación bajo la dura mano del Fascismo y decidieron emigrar a América. Pero a la vez, algunos mafiosos sí consiguieron sobrevivir y continuar con sus artes siniestras bajo el mandato de Mussolini, haciendo efectivo el soborno, como es el caso del capo de Mussomeli, Giuseppe Genco Russo, que ejerciendo su diabólico liderazgo conseguía salir indemne del puño de hierro fascista una y otra vez, salvo en una ocasión en que él mismo resultó detenido y hubo de pasar 3 años en prisión.   



En definitiva, durante el Fascismo la Mafia fue reprimida, pero no disuelta.

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